El archipiélago de Fiji está situado en el Pacífico Sur, a más de 2,000 kilómetros al norte de Nueva Zelanda. Abarca 333 islas, muchas de las cuales no están habitadas. Las islas más accesibles para el turismo son las situadas al oeste de la isla principal, Viti Levu: las islas coralinas de Mamanuca, mayormente planas, así como las islas volcánicas de Yasawas, que están cubiertas de selva tropical húmeda.
Quien se acuerda de la película “La laguna azul” sabe más o menos cuál es el aspecto de las Yasawas. Es fácil reconocer la playa blanca de Nanuya Levu, que no está afeada por la presencia de ningún hotel.
Practica submarinismo
En el agua brilla algo que tiene un color azul artificial. ¿Un plástico? No. En el fondo de arena yace una estrella marina azul cobalto, con los cinco brazos perfectamente extendidos. A unos pocos metros de distancia hay otra, colgada en un coral, con los brazos menos ordenados. Las estrellas marinas azules sólo existen en los trópicos. Alrededor de las islas Fiji hay relativamente muchas, que fascinan a quienes practican el submarinismo.
Relajarse y olvidarse de todo es fácil en las Islas Fiji
Pasar las vacaciones en las islas Fiji significa relajarse con temperaturas de hasta 35 grados. La temporada de lluvias comienza en noviembre y termina en abril. Durante esta época, el cielo se pone gris y el mar refleja este color. Puede llover fuerte durante varios días seguidos y a veces también se desarrolla un ciclón.
Un baño en el mar se puede combinar muy bien con una excursión en tierra, por ejemplo hacia las cuevas en la isla de Sawa-i-lau. La entrada cuesta cinco dólares Fijianos (poco menos de tres dólares). Nativos ayudan a los turistas a subir las escaleras de piedra, protegen con las manos sus cabezas cuando entran en la cueva y vigilan a los que se atreven a lanzarse al agua azul oscuro, que se ilumina desde arriba a través de un agujero en la cueva.
Recorre la Lekuva Colonial
El Salvaje Oeste y los mares del Sur convergen en Levuka, otrora capital colonial del país y hoy un lugar atrasado y somnoliento.Casi se puede imaginar a duros marineros saliendo de las maltrechas tiendas de madera. Quizá antes eran tabernas, pero hoy la mayoría son comercios de poca monta. Las aldeanas venden dalo (un tubérculo) y otros productos a pie de carretera, una iglesiase perfila contra el cielo y solo el resoplido de algún coche perturba la paz.
Da un paseo por las tierras altas de Namosi
La geología dejó una huella impresionante en esta húmeda región. A lo largo del río Wainikoroiluva, altas paredes verticales forman una espectacular cortina de roca en la pintoresca salida de rafting a bordo de una bilibili (balsa de bambú). Los tramos más largos y anchos de este río jalonado de palmeras se realizan en rápidas canoas motorizadas que pasan junto a aldeanos camino del mercado en pequeñas barcas.
Date un chapuzon en el Tobogán de Waitavala
Sin mayor ayuda que las posaderas propias, esta cascada natural tipo tobogán essinónimo de diversión y algún que otro moratón. Antes de lanzarse, conviene fijarse en los niños autóctonos. Ellos hacen que parezca fácil, deslizándose como surfistas y luciéndose con la esperanza de protagonizar la mejor instantánea de las vacaciones.