En los últimos días, los informativos han vuelto a hacerse eco de las voces críticas que, desde la región autónoma del Tíbet, exigen al gobierno chino la independencia de este emblemático rincón del gigante asiático. Con la voluntad de conocerlo más a fondo, el post de hoy ofrece un somero recorrido por su capital, Lhasa, y el centro espiritual por antonomasia de budismo lamaísta.
Situada al sur del territorio tibetano, sobre una fértil llanura, circundada de colinas y a a 3.600 km de altura, la ciudad se despliega junto al río del que toma su nombre. Su historia arranca en el siglo VII d.C. con la introducción del budismo a cargo del rey Songtsen-gampo. El monasterio de Sakya, emplazado en el suroeste de Shigat-se, se convirtió en el baluarte de esta corriente allá por el siglo XII, conservando su influencia hasta el siglo XIV.
Mucho después, Lasha fue ocupada por los chinos en 1722 y 1909, hasta que en 1912 los invasores fueron expulsados por el XIII Dalai Lama, a la postre primer gran gobernante del Tíbet desde el siglo V de nuestra era.
No obstante, el mandatario sería destituido por los chinos, quienes entregarían el cargo a Tashi Lama. En 1949, asumió el poder el XIV Dalai Lama, pero éste se vio obligado al exilio por el avance de las tropas comunistas. En 1951, tras ser invadida por el ejército maoísta, tanto la propia localidad como el Tíbet pasaron a formar parte de la China continental.
A continuación, se detallan las principales atracciones de la ciudad. En cualquier caso, y dada su pertenencia a una área con un estatus especial, se recomienda consultar cuáles son los requisitos de acceso para los turistas antes de emprender el viaje.
Calle de Barkhor
Sin duda, esta bulliciosa arteria constituye el punto más célebre del callejero de Lhasa. No en balde, en ella se concentra el flujo de peregrinos (o kora) más multitudinario de la capital del Tíbet. Asimismo, esta calle está salpicada de tiendas y establecimientos comerciales, en las que el visitante podrá adquirir toda suerte de muestras de arte tibetano y objetos de artesanía.
Palacio de Potala
Este magnífico complejo palaciego, erigido sobre una superficie de 41 hectáreas, es el símbolo por excelencia de Lasha. Antigua sede del Gobierno tibetano y residencia de invierno del Dalai Lama, en 1994 fue incluido por la UNESCO en la lista del Patrimonio de la Humanidad. La designación puso el broche de oro a los intensos trabajos de restauración acometidos por el gobierno chino, iniciados en 1989 y finalizados cinco años después.
Templo de Jokhang
Poseedor de 1.300 años de antigüedad, se trata del principal lugar sagrado del Tíbet. Desde el punto de vista turístico, uno de sus mayores reclamos es un magnífico Buda de oro macizo realizado el tiempos de la dinastía Tang (618-907) por mandato de la princesa Wencheng (?-680).
Asimismo, quienes accedan a Lhasa tampoco deben dejar de descubrir las siguientes atracciones:
- Monasterio de Tengyeling
- Gran Recinto
- Monasterio de Kundeling
- Ramoche
- Monasterio de de Tshomoling
- Muru Gompa
- Monasterio de Tshecholling
- Palacio de Norbulingka
Otros sitios que conocer en Lhasa, China
Ya en las afueras de Lhasa, también resulta obligado fotografiarse junto al colosal Buda Nietang. Sito 40 km al suroeste de Lhasa, sobre la montaña del mismo nombre, se trata de una imponente estatua de piedra tallada sobre un acantilado. Con unas medidas aproximadas de 8 x 10 m, esta representación del fundador del budismo constituye uno de los principales alicientes del Tíbet.
Del mismo modo, tampoco hay que olvidarse de los monasterios de Sera y Drepung. Este último, que data de los albores del siglo XV, fue uno de los más grandes del mundo en su época.
Un poco más lejos, el viajero tiene una cita con la montaña sagrada de Kailash, cuya cima más elevada se sitúa a 6.714 m de altitud. A pesar de que históricamente ha sido un polo de peregrinación, en los últimos años se ha convertido en uno de los destinos predilectos para los foráneos, quienes acuden hasta sus inmediaciones para contemplar in situ sus nieves eternas y su soberbia silueta. Sobre su superficie, se distinguen dos profundas grietas que recuerdan a una esvástica, un controvertido símbolo que, para los tibetanos, encarna la fortaleza espiritual.
Finalmente, si se visita el Tíbet, merece la pena destinar una parte del viaje a la ciudad de Chengdu, capital de la bellísima provincia de Sichuan. Verdadera puerta de acceso al Tíbet, en ella se pueden visitar lugares tan sugerentes como el templo de Wuhou o el el Centro para la Investigación y la Reproducción del Panda Gigante, en funcionamiento desde 1993.